Comentario sobre Presentación al templo
La obra representa la Presentación del Niño Jesús al Templo, que es relatada solamente en el Evangelio de San Lucas, 2, 22-38. El pintor ha elegido el momento en que Simeón "le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz… Porque han visto mis ojos tu salvación… Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel (28-32), dejando de lado aquellos del anuncio a María (35) y los que se refieren a la profetisa Ana, que no aparece en la pintura (36-38).
En un interior monumental, la figura de Simeón sentado en un alto estrado y sosteniendo en sus brazos al Niño Jesús es el foco principal de esta composición. A este foco la mirada del observador llega a través de una diagonal conformada por los demás personajes del relato ubicados escalonadamente en una serie de gradas donde un personaje de espaldas, que se arrodilla en el primer plano, sirve de nexo. La figura del gran sacerdote detrás de Simeón, ricamente vestido, tocado con tiara y con un gran libro abierto en sus manos, marca el remate de la diagonal ascendente; volviendo su cabeza para observar al Niño, invita también al observador a contemplar el resto de la escena. De este modo ubicará a la Virgen que, hincada ante el estrado, une sus manos en plegaria y agradecimiento, maravillada seguramente ante las palabras del viejo Simeón. A su lado, de pie y con la cabeza gacha, San José humildemente atiende la escena sosteniendo el sombrero en sus manos. La lectura continúa descubriendo otros personajes, como las niñas que en una pequeña jaula tienen las tórtolas que según la ley se debía ofrecer al Señor en esta ocasión, así como una figura prominente que apoyada en un bastón junto a una joven arrodillada, desde la izquierda observa cuanto acontece.
Los personajes se mueven en un interior gigantesco que puede adivinarse por la enorme columna que se destaca en el centro de la composición, dispositivo que fue usado por de Wet en otras obras. Si bien la disposición espacial de los elementos de este ámbito determina en cierto modo la diagonal ascendente que domina la obra, es la luz que baña la escena la que acentúa y refuerza esta dirección principal. Una suave luz solar que cae desde la ventana a la izquierda, inunda el local, enfatiza las figuras principales y crea una atmósfera que envuelve cuanto forma la escena. A ella se suma la luz dorada que emana del Niño Jesús, cuyos resplandores alcanzan a Simeón, a San José y a la Virgen. De estas luces resultan brillos y reflejos, como los de la lámpara en lo alto, el espejo sobre la columna o los ricos objetos metálicos y el rollo (donde se lee la firma del pintor) que a la derecha cierran el primer plano de la obra y sirven de apoyo a la gran composición en diagonal. Estos brillos y reflejos se hacen aún más evidentes ante el claroscuro que de Wet usa en la obra, otro de los recursos que lo caracteriza, donde están ausentes los grandes contrastes para crear una atmósfera salpicada por el fluctuante juego de luces y sombras.
La materia pictórica es muy rica y sutil y está tratada mediante refinadas modulaciones de tierras, amarillos y ocres que se conjugan con el rojo de la vestimenta del personaje de espaldas y el azul del manto de la Virgen. A esto se suman los toques de blanco que animan la porción principal de esta pintura. La gran calidad de su realización nos hace pensar que estamos ante una de las más acabadas de este pintor.
Por el tratamiento del tema, así como por la composición pensamos en la influencia que Rembrandt pudo haber tenido en de Wet (1). Son casualmente los años 1630-1632 cuando se supone alguna relación entre ambos y seguramente de Wet conoció la obra de 1631,
Simeón en el Templo (2), en la que el pintor de Leiden trató el mismo tema. En ella también los personajes se mueven en un inmenso interior iluminado por una suave luz que se acrecienta al sumarse a la que surge de Jesús. Este resplandor acentúa la presencia de los personajes principales, Simeón con el Niño, la Virgen y San José, así como la profetisa Ana que, de espaldas y avanzando una mano en una actitud muy emocionante y vívida, se destaca a contraluz. La solución de Rembrandt está mucho más cargada de emotividad. Nuestra obra, en la que encontramos algunos rasgos similares, presenta una solución compositiva diferente que, como dijimos, está dominada por la diagonal ascendente, pero en ella pueden reconocerse ciertos elementos comunes como el uso de la luz, que se transforma en otro de los protagonistas de la escena.
Rembrandt utilizó la diagonal en una composición que presenta un tratamiento totalmente diferente, la que presenta un tratamiento totalmente diferente, la pintura de 1626 cuyo tema ha planteado dificultades en cuanto a su interpretación. Se trata de
Palamedes ante Agamenon del museo de Lakenhal de Leiden (3), que sirvió de modelo a varios alumnos o seguidores del artista como sucede con Willem de Poorter (1608-después de 1648), artista de Haarlem cuyo nombre se ha asociado al de de Wet. De Poorter también "debe haberse sentido profundamente impresionado por
Simeón en el Templo de 1631; la siguió exactamente en varias oportunidades, aun usando el mismo formato" (4). El uso de la luz como aparece en
Simeón en el Templo, junto a una composición en diagonal, sucede en otras obras de Rembrandt, pero nos interesa destacar la
Circuncisión de 1646, perteneciente al ciclo de la Pasión, que hoy sólo conocemos por una copia (5). Allí la composición escalonada tiene como foco al niño Jesús. La escena se desarrolla en un interior monumental y aparecen personajes arrodillados y de espaldas que introducen al observador en la obra. Todos estos recursos los hallamos en nuestra
Presentación… Difícil es determinar si esta obra de Rembrandt tuvo realmente influencia en la de de Wet; de haber existido, llevaría la obra a una fecha de por lo menos una década más tarde. Esa posibilidad se hace aún más remota si consideramos una obra del artista que puede ser relacionada con la nuestra. Se trata de
La Circuncisión del Szépmuvészeti Múseum de Budapest, firmada y fechada 1635 (6), donde se ven aplicados los mismos principios que encontramos aquí. Esto nos sirve también para pensar que podría haber sido pintada por la misma época.
Por lo que sabemos, sería nuestra obra la única en la que de Wet trató este tema. En la Colección Johnson, Philadelphia Museum of Art, existe una
Presentación al Templo que hasta hace poco tiempo era considerada obra de Jacob de Wet (7). Esta pintura poco tiene que ver con el estilo de este pintor y ha sido ahora atribuida a Heinrich Jansen (1625-1667), alumno de Rembrandt.
En cuanto a la historia de esta pintura, los papeles que Eduardo Schiaffino escribió preparando un nuevo catálogo de obras del Museo que dirigía, arrojan alguna luz (8) y han permitido clarificar en cierto modo su procedencia. Según sus anotaciones fue adquirida por Francisco J. Brabo en Manheim en 1868 (9). Pasó luego a la colección de Andrés Lamas, a cuyos herederos Aristóbulo del Valle, importante coleccionista, intentó infructuosamente comprarla. Al respecto resulta interesante el relato que Schiaffino proporciona: "A la muerte de Don Andrés Lamas su colección estuvo expuesta en la casa mortuoria de la calle Piedad (Bartolomé Mitre). Allí vimos los cuadros con Aristóbulo del Valle, que se interesó vivamente por algunos. Se anunciaba un remate judicial y nos pusimos de acuerdo con del Valle sobre los precios. El Museo todavía no existía y yo no lo asesoraba en sus compras desde 1891. Respecto al
Ecce Homo (10) le dije (…) Junto con ese le señalé también la
Presentación al Templo de Jacob de Wet. Asistimos al remate judicial que tuvo lugar de noche. Como mi ilustre amigo ni yo podíamos mostrarnos interesados, del Valle había encargado a un criollo ladino (sic), procurador de su estudio para que hiciera las ofertas. Esto anduvo bien respecto del
Ecce Homo de Murillo (…) Desgraciadamente cuando se vendió la
Presentación al Templo el criollo ladino a quien se la había dicho ofreciera hasta 1.000 pesos, lo dejó escapar en 600 (pues halló en su caletre que era demasiado caro), siendo adjudicado al Señor Lavega, negociante". Schiaffino intentó posteriormente comprar la obra directamente a Lavega, quien solicitaba 800 pesos por ella, "era entonces un alto precio para el Museo, pero se anunciaba un nuevo remate Lavega-Lamas y allá compré el magnífico Jacob de Wet (…) por sólo 255 pesos en vez de 800".
Aparentemente era nativo de Haarlem, donde posiblemente nació en 1610. Allí aparece mencionado 1635 cuando se casó por primera vez. Se supone que estuvo en contacto con Rembrandt a principios de la década del 30. Ya en 1633 era un activo pintor. En marzo y abril de 1636 estuvo en Amsterdam aunque es registrado como residente de Haarlem, donde aparece en documentos de 1638 a 1688. Fue decano de la corporación de pintores en 1661.Sus pinturas son de temas religiosos y mitológicos, ubicadas a menudo en paisajes o en interiores monumentales, donde donde se ve el uso del claroscuro que recuerda las obras de Rembrandt de fines de los años 20 y principios de la década siguiente. En ellas se ha notado como detalle curioso y característico la introducción de una figura de espaldas, como la que se ve en nuestra obra. Su producción fue, muchas veces, confundida con la de Willem de Poorter (1608-después de 1648), pintor también influido por Rembrandt. Murió alrededor de 1671. Su hijo Jacob (1640-1697) fue su seguidor más importante.
por Ángel M. Navarro
(1) Por su estilo se ha pensado que de Wet fue alumno de Rembrandt, pero no existen documentos que prueben realmente esto. En cambio la influencia de Rembrandt en los pintores de Haarlem a principios de la década de 1630 ha sido planteada. Véase B. Bros, "Fame shared, Fame doubled", en The impact of a Genius (catálogo de exposción), Amsterdam, 1983, pág. 49 y notas 87 y 91.
(2) Tabla de 61 x 49 cm, La Haya, Mauritshuis, catálogo n° 147. También pintó este tema, en una solución totalmente diferente en 1628, tabla de 55,5 x 44 cm. Hamburgo, Kunsthalle.
(3) Tabla, 90,1 x 121, 3 cm. Citamos el título con el que figuró en la exposición Rembrandt & Lievens in Leiden; 'een edelschildersduo, Leiden, Stedelijk Museum De Lakenhal, diciembre de 1991-marzo de 1992, n° 37. Se conoce también como La clemencia de Tito y en la exposiciónh God en de Goden, Amsterdam 1981, figuró como Escena histórica, n° 25.
(4) A. Blankert, "Rembrandt's pupils and followers in the seventeenth century", The Impact of a Genius (catálogo de exposición), Amsterdam, 1983, pág. 18.
(5) Tela, 98 x 73 cm, parte superior redondeada. Braunschweig, Herzog Anton Ulrich Museum, inventario n° 241.
(6) Tabla, 58 x 90 cm, invetario n° 1134. Véase W. Sumowki, Gemälde der Rembrandt-Schüler, Landau, 1983, vol. 4 (1989), pág. 2780, n° 1832, ilustración pág. 2799.
(7) Tabla, 58,4 x 42,8 cm, inventario n° J-490. Véase B. Sweeny, John G. Johnson Collection. Catalogue of Flemish and Dutch Paintings, Philadelphia, 1972, pág. 93, n° 490. Para Jansen, véase W. Sumowski, op. cit., vol. II, pág. 1418, n° 1420.
(8) Archivo Schiaffino, MNBA, carpeta 1897, MNBA 2° catálogo, notas y apuntes personales. Esta carpeta contiene notas ordenadas alfabéticamente según los nombres de los artistas y de su lectura se desprende que fueron realizadas algunos años más tarde. El relato se halla en dos sectores diferentes, bajo las letras "M" y "W".
(9) Schiaffino menciona que "sobre el marco, detrás, un papel verde semejante a una guía de ferro-carril (sic) estaba pegado, decía en letras góticas y en alemán "307/von Heidelberg/Manheim", indicando que habría viajado entre estas ciudades, por lo que debemos inferir que la obra estuvo antes en una colección o casa de venta en Heidelberg, hecho este que lamentablemente, no hemos podido aclarar.
(10) Se trata de la obra atribuida a Murillo, óleo sobre tela 72 x 55 cm, actualmente propiedad de nuestro Museo, inventario n° 2488, en depósito en la Academia Nacional de Medicina.
Bibliografía
1994. AMN, pp. 165-168, reproducido.
1996. Chr. Brown, The Burlington Magazine, vol. 138, n° 1124, pág. 760.