Comentario sobre Disco de bronce
Este disco de bronce fundido que pertenece a la colección Di Tella del MNBA es uno de los ejemplares paradigmáticos de la metalurgia indígena del Noroeste argentino. La pieza tiene un diámetro de 39 cm por 0,8 cm de espesor y fue hecha mediante una colada de bronce estañífero en un molde bivalvo de cerámica. El motivo artístico central es una cabeza humana con tocado o peinado muy elaborado y ojos cerrados representados como dos líneas con lágrimas, mientras que en la boca se ven los dientes y un guión que podría ser la lengua. En la parte inferior presenta cinco pares de trazos rectos como si fueran cordeles. A cada lado hay una serpiente de dos cabezas, cuyo cuerpo presenta motivos escalonados y manchas alargadas sugeridas por un trazo en el centro. Algunos campos del disco fueron pintados de rojo y amarillo. No se han formulado hipótesis valederas sobre cómo y para qué se usaron estas piezas metálicas. A mediados del siglo XVIII el jesuita Lozano, basándose en fuentes más antiguas, se refería a las prácticas religiosas de los indígenas del valle Calchaquí: “No adoraban solas estas deidades [los fenómenos atmosféricos] en aquellos sus Templos, pues rendían culto también en ellos a otros ídolos, que llaman caylles, cuyas imágenes labradas en láminas de cobre traían consigo, y eran las joyas de su mayor aprecio” (1). Es posible que los caylles sean discos de metal como el de la colección del MNBA, pero queda un amplio margen de duda. Por otra parte, muchos de los discos tienen en el reverso dos anillas para sujetar una manija o agarradera. En efecto, existe en la colección de la Cancillería argentina una pieza que conserva sujetas a las anillas unas cintas de cuero para empuñar la pieza metálica como si fuera un escudo (2).La metalurgia tiene una larga historia en el Noroeste argentino, considerado uno de los centros más importantes de desarrollo de la tecnología de los metales en la América indígena, junto con la costa norte del Perú y la región colombiana-centroamericana (3). En fechas muy tempranas, anteriores a la era cristiana, aparece el uso del oro y de bronces arsenicales (aleación de cobre con arsénico) para producir objetos de funciones ceremoniales y simbólicas más que práctico-utilitarias, especialmente marcadores de rango social. Al comienzo del primer milenio de la era cristiana ya se fundían placas hechas con la compleja técnica de la cera perdida, hachas ceremoniales de bronce (que como armas de filo, además, son mucho más efectivas que las de cobre), vinchas, pectorales y otros bienes que señalaban el prestigio social. Pero también se confeccionaron en bronce herramientas para cortar y perforar dedicadas a diversas esferas de la producción. Después del siglo XI las sociedades aborígenes del Noroeste argentino aumentaron su complejidad social y la desigualdad se volvió hereditaria. En términos generales la población creció, a la vez que se incrementó la producción agrícola con la colonización de nuevos espacios, la explotación complementaria de diversos paisajes y el tráfico regional mediante las caravanas de llamas. El surgimiento de entidades políticas complejas y de mayor escala geográfica hicieron posible la organización del trabajo con nuevos modelos de cooperación social y de especialización de la mano de obra. Así, los valles de Yocavil (provincias de Catamarca y Tucumán) y Calchaquí (Salta) se desarrollaron como un importante centro de producción metalúrgica aprovechando la larga tradición tecnológica anterior y el alto grado de conocimiento alcanzado por los especialistas locales. Hablar de la metalurgia prehispánica en la Argentina es hablar de una larga tradición histórica y artística. Y, al igual que en el caso de la cerámica, la escultura en piedra o en madera, la referencia fue la civilización andina y los temas del culto solar. En los discos de bronce aparecen las cabezas trofeos vinculadas al “sacrificador” y flanqueadas por serpientes o saurios, además de figuras humanas con largas túnicas. El uturuncu (jaguar) permanece vigente en la iconografía que da forma a las hachas ceremoniales de bronce. El hilo conductor de la cosmovisión andina persiste, aunque las metáforas hayan pasado por distintos procesos de reelaboración.
por José Antonio Pérez Gollán
1— Pedro Lozano, Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán. Buenos Aires, Imprenta Popular, 1874, t. 1, p. 425.
2— José Antonio Pérez Gollán, Arte originario del siglo II a. C.-X d. C. Colección arqueológica de la Cancillería argentina. Buenos Aires, Fundación Proa, 2006.
3— Luis R. González, Bronces sin nombre. La metalurgia prehispánica en el Noroeste argentino. Buenos Aires, Fundación CEPPA, 2004.
Bibliografía
1977. GONZÁLEZ, Alberto Rex, Arte precolombino de la Argentina. Introducción a su historia cultural. Buenos Aires, Filmediciones Valero, p. 333, reprod. byn nº 292.
1992. GONZÁLEZ, Alberto Rex, Las placas metálicas de los Andes del Sur. Contribución al estudio de las religiones precolombinas. Mainz am Rhein, Kommission für Allgemeine und Vergleichende Archäologie (KAVA), serie Materialien zur Allgemeinen undVergleichenden Archäologie, vol. 46, lám. 25.